La ética y la moral nos impiden solicitar autorización para llevar a cabo un proceso de gestación subrogada sin justificación médica, tan solo aquellas personas que no pueden gestar solicitan lícitamente su participación. Por tanto, piden aquello que no pueden aportar. Según el mismo principio y tratando de preservar la carga genética, siempre que sea posible, la participación de aquellos que aún pueden debe ser respetada.
¿Pero bajo que máxima? Aunque las mujeres que participan como gestantes en un proceso de gestación subrogada altruista son conscientes y están de acuerdo en pasar por lo que esto supone, no siempre el camino es fácil y querer preservar la genética causa en multitud de casos un ciclo fallido tras otro.
El diagnóstico genético preimplantacional puede proporcionar el equilibrio y la ética médica en estos casos, reduciendo el número de transferencias necesaria para conseguir el positivo, con el único objetivo de descartar aquellos embriones que no cuentan con un número correcto de cromosomas y por tanto no van a proporcionar ninguna posibilidad de embarazo. Esto permite transferir únicamente aquellos embriones que sí van a tener alguna posibilidad de proporcionar un resultado positivo y un embarazo evolutivo. Evitando así las transferencias de embriones sin capacidad y la posibilidad de sufrir un aborto (con todo lo que ello supone para el cuerpo de la mujer).
No siempre es fácil encontrar el equilibrio entre genética, religión y ética. Establezcamos un límite y un equilibro dentro del proceso médico, protejamos a aquellas personas que deciden participar y minimicemos el número de cargas hormonales transfiriendo embriones cromosómicamente sanos.
Del mismo modo debe establecerse un número máximo de transferencias con material propio. Pues la participación en el proceso de gestación subrogada tiene como único objetivo preservar el derecho a tener familia de los individuos como un derecho básico y vital para el desarrollo del ser humano, pero no se establece que el material genético deba ser obligatoriamente de los futuros padres. Adoptemos la palabra progenitor con la descripción de “pariente en línea ascendiente” y no como “ser vivo que origina a otro”. El concepto de familia se basa ahora en otras premisas, respetemos el proceso médico y a todas las partes que participan en él por igual.
No es fácil encontrar el equilibrio, pero todo empieza por querer encontrarlo.
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